Alejandro de Humboldt y el Perú

Autor: Eduardo Orrego Acuña. Publicado en: La casa de cartón, Revista de Cultura, de OXY, II Época N°12, 1997.

Humboldt y su experiencia peruana

Desde aquel dos de agosto de 1802 en que hizo su ingreso a nuestros dominios por Lucarque y Ayabaca, proveniente de Loja, hasta el 24 de diciembre del mismo año, en que se embarcara en el puerto del Callao, rumbo a Guayaquil y Acapulco en la corbeta La Castor, Humboldt no sólo tomó nota de las características fisicas y geográficas del Perú, sino que pudo profundizar en el ámbito histórico y en los aspectos político, económico y social, dejándonos a partir de sus apreciaciones todo un cuadro detallado de la vida peruana [véase Vegas Vélez, 1991, pp. 16-17; Minguet, 1969, pp. 170-175]. Lo sorprendente es la minuciosidad con la que Humboldt llevaría a cabo sus estudios, más aún si se considera que su viaje al Perú fue, si se quiere así, producto del destino y no de la premeditación. Humboldt cuenta en su libro Viaje a las regiones equinocciales del Nuevo Mundo que el propósito de su venida al Perú y concretamente a Lima fue doble. Primeramente, unirse a una expedición de circunnavegación dirigida por el capitán francés Nicolás Baudin que en el año 1800 había hecho descubrimientos en los Mares del Sur, Nueva Holanda y Nuevo Gales del Sur (actual Australia) y que en esta oportunidad tenía programado dirigirse nuevamente hacia las islas del Pacífico, proveniente de Francia, tan pronto el gobierno de la república francesa le destinara los fondos necesarios [consúltese Humboldt, 1958, p. 411 ; Vegas Vélez, 1991, p. 61 nota a pie de página]. Humboldt se había enterado en La Habana de que las corbetas Le Géographe y Le Naturaliste, bajo el mando de Baudin, darían la vuelta por el Cabo de Hornos y pasarían por el puerto del Callao hacia el año 1802 [véase Humboldt, 1958, p.411]. Decidió por ello ir en lugar de a Méjico y las Filipinas, a territorio sudamericano enrumbando hacia el Perú. Sin embargo, la expedición de Baudin cambió de dirección cuando ya Humboldt se hallaba camino a Lima.

Humboldt, fascinado como muchos noreuropeos por los lugares remotos y exóticos, llevaba muy adentro la ilusión de empalmar desde Lima con las islas de la Polinesia navegando por el Pacífico. He aquí lo que nos confiesa: “La idea de ver el Mar del Sur [El Pacífico] tenía algo de solemne para quien le debía una parte de su formación y mucho de sus gustos e inclinaciones a la estrecha vinculación con uno de los compañeros del Capitán Cook [Jorge Forster]. Mis planes de viaje ya los había conocido Jorge Forster desde temprano ...” [Humboldt, 1958, p. 411; James Cook (1728-1779): navegante inglés, descubridor de Nueva Zelandia; Jorge Forster (1754-1798): amigo de Humboldt, viajero, revolucionario, naturalista alemán].

A pesar de lo sucedido, hubo una segunda motivación que trajo a Humboldt a Lima: poder observar el paso de Mercurio por el disco del sol en el Callao, pronosticado para el 9 de noviembre de 1802, algo que serviría para determinar mejor la longitud del Callao, y la parte del sudoeste del Nuevo Continente. [Véase Humboldt, 1958, p. 411; Raymondi, 1879, t. 3, p. 17].

No cabe duda que conforme Humboldt avanzaba por la cordillera de los Andes desde Quito hacia el Perú nuevos incentivos surgieron. No sólo ver por vez primera el océano Pacífico con el que soñaba a partir de la lectura de relatos como los de Vasco Núñez de Balboa, sino hacer estudios sobre los orígenes del Marañón (considerado entonces como el Amazonas), la cordillera, la flora, la fauna, los vestigios prehispánicos, por nombrar algunos [ver Botting, 1981, p. 143; Vegas Vélez, 1991, pp. 13-18].

Multifacética era su personalidad, siempre atento a lo que la naturaleza le presentaba. Apreciaciones de botánica:

  • Sobre la quina y sus propiedades, mimosas, ceibas, bougainvilleas, limonares, naranjales, la papaya, la chirimoya, los frutos del Vejuco de la Peca.
  • Estudios sobre fauna: los tordos negros, los turpiales. Visitas de ruinas incas en Chulucanas y de tambos cerca de Pomahuaca.
  • Historias legendarias sobre un supuesto hombre de las selvas cerca de Tomependa y del Marañón [ver Vegas Vélez, 1991, pp. 14-41; Minguet, 1969, pp. 170-173; Núñez, 1971, p. 197].
  • Apuntes sobre la explotación de algodón y azúcar, como quien se desplaza hacia Chachapoyas.
  • Estudio de la explotación de plata en las minas de Hualgayoc y constatación de su bajo rendimiento.
  • Conversación en Cajamarca con descendientes de Atahualpa (la familia Astorpilco).
  • Excursión por el valle de Chicama y por el río Virú cerca de Trujillo, donde los españoles escucharon en los inicios de la conquista por boca de un indio decir “Pelu” en alusión al río y asumieron que se trataba del nombre de esas tierras.
  • Conocimiento de las ruinas de Chan Chán y del señor del gran Chimbo [compárese Vegas Vélez, 1991, pp. 47-75, sobre el origen del nombre Perú, ibid., p. 68; ver Minguet, 1969, pp. 173-175; sobre las minas de Hualgayoc remitirse a Faak, 1982, p. 302].

Y así hasta llegar a Lima, punto central de su permanencia en nuestro país. Se ha dicho que Humboldt redescubre el Nuevo Mundo, y lo hace gracias a su acercamiento científico a las distintas realidades. Pero, aparte del hombre de ciencias que llega a estudiar acertadamente el clima del Perú y determina que el frío de la costa no se debe a la cordillera, sino al agua fría del litoral (corriente que lleva su nombre) [ver Vegas Vélez, 1991, p. 90], reconocemos en Humboldt al humanista, al portador de las ideas de la Ilustración y al testigo de los más trascendentales acontecimientos ocurridos en Europa a fines del siglo XVIII: la revolución francesa, sobre todo. Humboldt celebra los logros iniciales de esta gran causa, la Declaración de los Derechos del Hombre de 1789 [Minguet, 1969, pp. 27, 29 y 78]. Con estas ideas se embarca en su viaje a la América española que se encuentra en los últimos años de dominio colonial, en vísperas del proceso de emancipación [Faak, 1982].

Si bien Humboldt está agradecido con el primer ministro Mariano de Urquijo y con el rey de España Carlos IV, quienes le posibilitan acceder a las colonias españolas de América, otorgándole un permiso [Botting, 1981, pp. 54 y 56; Humboldt, 1811, t. 1, Dedicatoria al rey de España], esto no le impide expresar en sus diarios de viaje, su rechazo a los regímenes coloniales: “Todo gobierno colonial es un gobierno de desconfianza. Allí se distribuye la autoridad no según lo que exige el bien público de los habitantes sino según la suspicacia de que esa autoridad pueda unirse o ligarse demasiado al bien de la colonia y convertirse en peligrosa para los intereses de la metrópoli” [Faak, 1982, p. 63].

Cuando Humboldt llega a la América española ya se han producido algunas conspiraciones e insurrecciones contra el régimen colonial. Sobresalen los levantamientos antiesclavistas de negros en Coro, Venezuela (1795), la conspiración de los criollos con ideas jacobinas Manuel Gual y José España en la misma Venezuela (1797), disturbios en Nueva Granada en 1781, intrigas en las que termina involucrado Antonio Nariño, el levantamiento de Túpac Amaru ocurrrido entre 1780- 1781, sin olvidarnos por supuesto de los trabajos secretos de un Francisco de Miranda quien en 1790 comenzó a negociar con los ingleses para conseguir apoyo en aras de la independencia de América o de un Juan Pablo Vizcardo y Guzmán que formula su famosa Carta a los Españoles Americanos en el exilio [véase sobre Venezuela, Minguet, 1969, p. 252; sobre Nueva Granada, Beck, 1959, t. 1, pp. 187-188; sobre Túpac Amaru, Faak, 1982, pp. 316-317; además ver Botting, 1981, p. 82].

Entre todas estas manifestaciones, Humboldt tuvo especial curiosidad por el levantamiento de Túpac Amaru. En Lima se informó exhaustivamente sobre este levantamiento haciendo uso de documentos de la Audiencia y recurriendo a los Comentarios reales de Garcilaso de la Vega, el Inca, para ahondar sobre ciertas fases de la historia del virreinato. Un análisis crítico de las causas del movimiento de Túpac Amaru lo llevó a concluir que este líder luchó por encima de todo, movido por aspiraciones personales, tales como el derecho al marquesado de Oropesa en calidad de descendiente directo del último Inca de Vilcabamba (Túpac Amaru I), y además llegó a señalar que eran visibles las pretensiones despóticas del cacique [Faak, 1982, pp. 316-317].

Humboldt sería aún más firme al expresar en sus escritos de posterior data que el movimiento de Túpac Amaru carecía de una fuente ideológica consistente: “Por más extraordinario que haya sido este suceso, sus causas no estuvieron de ninguna manera ligadas a los movimientos que habían surgido en las colonias inglesas por el progreso de la civilización y el deseo de un gobierno libre. Aisladas del resto del mundo, sin tener más comercio que con los puertos de la metrópoli, el Perú y Méjico no tomaron ninguna parte en las ideas que agitaban a los habitantes de la Nueva Inglaterra” [Humboldt, 1811, t. 2, p. 817].

Más allá del estilo propio de Humboldt, algo duro y categórico al juzgar asuntos políticos y sociales, suscribimos la opinión que Antonio Raymondi, viajero italiano venido al Perú en 1850, vierte en su obra El Perú sobre el sabio alemán:

“Este afamado naturalista, unía a un gran talento para las ciencias de observación, un sano criterio y una tendencia manifiesta a las ciencias especulativas: armónico conjunto que sólo es patrimonio de las más privilegiadas inteligencias. Vinieron en auxilio de estas ventajosas dotes personales, la poderosa protección de los monarcas, y la felicidad de tener por campo de sus trabajos un nuevo Mundo en toda la extensión de la palabra” [Raymondi, 1879, t. 3, p. 15].

Raymondi nos proporciona además un corto resumen de la permanencia de Humboldt en el Perú resaltando sus trabajos geográficos y la delimitación que Humboldt hiciera de las fronteras del entonces virreinato [Ibid., t. 3, pp. 14-20].

Bastante esclarecedoras nos resultan luego las siguientes palabras del estudioso italiano: “Desgraciadamente para el Perú, Humboldt no pudo dedicar sino muy pocos meses al estudio de este favorecido país, no dejando en él tan luminosas huellas de su tránsito, como en otros lugares de América (...) este célebre sabio tan sólo visitó una parte del Norte, y la costa comprendida entre Ica y Trujillo. Así, aunque Humboldt escribió mucho, no consagró ninguna obra particular a sus viajes por el Perú, hallándose todos los datos relativos a este país, repartidos en las numerosas publicaciones que hizo sobre diferentes ramos... En cuanto a su viaje por el Norte, existe una interesante memoria titulada: Le plateau de Cajamarca” [Ibid., t. 3, p. 15].

El lugar que Humboldt le dio al Perú al interior de su viaje americano y el tiempo que le dedicó, ciertamente que han influido en el grado de repercusión que este personaje ha tenido en nuestra historia. En este sentido, el historiador Rubén Vargas Ugarte señaló algo muy interesante: “Si el genio de Humboldt reveló a los mexicanos lo que era y lo que podía ser la Nueva España, a nosotros nos vino a dar una lección semejante la expedición francesa de Godin y La Condamine,) de la cual formaron parte los marinos españoles Jorge Juan y Antonio Ulloa y más tarde las expediciones de Ruiz y Pavón, de Malaspina y de los metalúrgicos a órdenes del Barón de Nordenflicht” [Vargas Ugarte, 1966, t. 5, p. 213; Charles Marie de la Condamine (1701-1774), naturalista francés que viene al Perú hacia 1735 con el astrónomo Bouger, para medir un arco del meridiano; H. Ruiz y J. Pavón, estudiosos españoles, visitan el Perú entre 1778-1788; Malaspina, capitán de navío de la armada española, vino al Perú con Tadeo Haenke hacia 1789; Timoteo de Nordenflycht, sueco de origen, viene en 1789 al Perú con una expedición minera alemana].

Cualquiera que sea la interpretación que se le dé a estas líneas, Humboldt vivió con intensidad sus cuatro meses y medio en el Perú y a pesar del corto tiempo, nos dejó un legado que ha bastado para inscribirlo en nuestra memoria y recordarlo cada vez que contemplamos nuestro extenso mar.

Humboldt y Lima

No son poco conocidas las críticas que Humboldt hiciera en 1803, en carta escrita en Guayaquil y dirigida a su amigo el gobernador de Jaén, Ignacio Checa, acerca de Lima y su triste situación política y económica y de la pobre conciencia nacional de los limeños, entre otros aspectos [véase el texto de la carta en Vegas Vélez, 1991, pp . 86 y 87]. Humboldt se expresa sin tapujos y con bastante severidad sobre la capital del virreinato del Perú, después de haber concluido su estadía en nuestras tierras. Pero, ¿qué lo llevó a tales conclusiones?, ¿qué esperaba encontrar en Lima?

Revisemos un poco sus vivencias. Humboldt llegó a Lima, procedente de Trujillo, Chimbote y Casma en un viaje por tierra. Permanecería en la capital del 23 de octubre de 1802 hasta el 24 de diciembre del mismo año. Su venida no estuvo exenta de incomodidades: “Después de haber sido detenidos por falta de mulas en Trujillo, partimos de allí el 7/10/1802 en literas. Don Jorge Juan las ha ilustrado bien. Una litera vale 40 pesos, se la revende por 20 en Lima, se paga por la conducción (dos mulas y un literero) a caballo de Trujillo a Lima, 40 pesos. Eso se asemeja a un camarote de una mala embarcación. Uno es furiosamente sacudido, hay muchas personas que vomitan (se marean), esto sucede hasta a los perros, uno puede estar acostado o sentado, nada es bueno” [Vegas Vélez, 1991, p. 70]. Y señalará además : “¡Qué diferente esta costa del Perú sin verdor, sin árboles, sin lluvias desde Ica a Piura con la de los Yumbos, de la Esmeralda, de Guayaquil, donde la naturaleza en un clima cálido y húmedo ha producido un mundo de plantas, donde la vegetación es la más frondosa, majestuosa como la de los ríos al oriente de los Andes” [Ibid., p. 71].

El camino por el desierto costeño indudablemente impactó a Humboldt, que se había internado previamente en los paisajes exuberantes de las orillas del Marañón o en la zona septentrional de la América del Sur (las selvas del Orinoco) o en aquellos otros de la región andina. Humboldt venía a Lima con determinadas ideas preconcebidas, prejuicios se podría decir: “En Europa nos pintan a Lima como una ciudad de lujo, magnificencia, hermosura del sexo ... “ [Núñez, 1971, p. 197].

Pasó por Chancay, luego el Ramadal y finalmente ingresó a Lima de noche a través de la Portada de Guía, como han investigado Estuardo Núñez y Georg Petersen. En la capital se alojó junto al convento de San Juan de Dios (cerca de la actual Plaza San Martín), antes de trasladarse el 7 de noviembre de 1802 al Callao para hacer sus observaciones al borde del mar, del pasaje de Mercurio por el disco solar [ver Núñez, 1971, pp. 15 y 162 ; Raymondi, 1879, t. 3, p. 17].

Fue recibido muy afectuosamente, como explica el historiador Minguet [Minguet, 1969, p. 174] y como ha quedado documentado en cartas de Humboldt al virrey de la Nueva Granada, Pedro Mendinueta y al gobernador de Jaén José Ignacio Checa [ver Núñez, 1971, pp. 179 y 198]. Humboldt escribe: “El señor Virrey y el Regente [don Manuel Antonio de Arredondo] a quienes el señor Mendinueta nos había recomendado, el inspector Villar, Aguirre, Balcázar, Gainza y puedo decir todo Lima nos ha tratado con muchísima distinción y cariño” [Ibid., p. 198].

La llegada del viajero germano sucedía casi un año después de que el marqués Gabriel de Avilés Iturbide y del Fierro hubiera ingresado a Lima como nuevo virrey del Perú (1801-1806), en reemplazo del virrey Ambrosio de O’Higgins (1796-1801). Avilés se había encontrado con una situación inestable en Lima: problemas en la hacienda pública, guerra con Inglaterra con consecuencias negativas para el comercio y la navegación, como nos ilustra Rubén Vargas Ugarte [Vargas Ugarte, 1966, t. 5, pp. 161-176].

Humboldt hizo varias investigaciones de orden científico en Lima, pero no dejó de hacer evaluaciones en su diario sobre las condiciones de vida imperantes en la ciudad. Frecuentó a figuras connotadas, accedió a libros de historia, recabó información sobre geografía, cartografía y minería peruanas. En este marco se sitúan sus propuestas de corregir los mapas trazados por Tofiño, Malaspina, Churruca, Fidalgo [Faak, 1982, pp. 286 y 287], sus mediciones sobre la localización exacta de Lima y el Callao, sus contactos con el barón Timoteo de Nordenflycht que había llegado en 1790 con una expedición alemana de especialistas en minas y métodos de amalgamación, llamado para mejorar el rendimiento en la explotación minera (por ejemplo en Huancavelica). Nordenflycht se desempeñaba como director general de la comisión minerológica. Tanto él como un especialista en amalgamación, Anton Zacharias Helms le proporcionaron a Humboldt referencias sobre la minería peruana en varias regiones del Perú como Lauricocha y Cerro de Pasco. Gracias a Nordenflycht, de acuerdo con el profesor alemán, Hanno Beck, Humboldt averiguó acerca del naturalista Thadeo Haenke, venido en 1790 al Perú en la expedición encabezada por el marino italiano Malaspina. Los estudios de Haenke sobre la flora peruana, la minería y el desarrollo de una noción de geografía de las plantas le atrajeron. Lo prueban las lecturas que hiciera de la obra del naturalista bohemio [ver Beck, 1959, t. 1, pp. 211 y 212; Minguet, 1969, pp. 174 y 175; Vargas Ugarte, 1966, pp. 81-84; Tadeo Haenke: naturalista y botánico, natural de Bohemia, autor de una obra de descripción del Perú].

Nuestro viajero dedicó su tiempo además a estudiar en la costa peruana las características del guano como lo ha seguido detenidamente Antonio Raymondi. Por último, no podemos olvidar que el 9 de noviembre de 1802, Humboldt cumplió con su deseo de ver el pasaje de Mercurio por el disco solar: “ (...) descubrí a Mercurio como un pequeño punto negro, entre cuatro manchas del Sol ...” -dirá [Raymondi, 1879, t. 3, p. 18].

Amén de estos trabajos, no faltaron las lecturas de obras como los Comentarios reales del Inca Garcilaso, seguramente la Lima fundada de Pedro de Peralta (1732), Pedro de Oña y su Arauco domado, La Araucana de Ercilla , las crónicas de Pedro Cieza de León y Francisco de Gómara y también informes sobre la expedición de La Condamine, Antonio de Ulloa y Jorge Juan, autores estos últimos de una Relación Histórica del Viaje a Ia América Meridional hacia 1748 [ver Núñez, 1971, p. 16]. Especial atención merece el Mercurio Peruano (“de historia, literatura y noticias públicas”), publicado entre 1791 y 1795. Según César Pacheco Vélez : “(...) la revista más importante que se publicó por entonces en toda Hispanoamérica (...)” [Pacheco, 1986, p. 33]. Humboldt conoció a uno de los impulsores de dicho periódico (el sacerdote Diego Cisneros), leyó el Mercurio dedicándole “(...) muchas horas de recogimiento (...) “como lo señalan Estuardo Núñez y G. Petersen.

Envió a Weimar volúmenes de esta publicación que fueron en parte traducidos al alemán. Incluso Goethe tuvo conocimiento de estas traducciones [ver Núñez, 1971, p. 18]. Pacheco Vélez hace hincapié en el carácter de avanzada que tenía el periódico y en lo que verdaderamente implicaba: “la gran apertura del horizonte intelectual de los criollos, la conciencia de su situación limitada y dependiente, el anhelo de su autonomía” [Pacheco, 1986, p. 33]. Un naciente nacionalismo, se podría decir.

En estrecha relación con el Mercurio Peruano estaba el médico Hipólito Unanue, uno de los fundadores de la Sociedad de Amantes del País, patrocinadora del periódico. Unanue fue asiduo colaborador de El Mercurio entre 1791 y 1795 (escribía bajo el seudónimo “Aristio”), así como Baquíjano y Carrillo entre otros hombres progresistas. Humboldt trató en Lima a Hipólito Unanue. Una mayor vinculación tuvo, no obstante con el padre Diego Cisneros de quien dijo: “(...) me ha interesado el Padre Cisneros del Escorial, hombre de mucho talento y de un patriotismo poco común, aún entre los mismos españoles europeos” [Núñez, 1971, p. 198]. Por último, no podemos dejar de nombrar entre las personalidades notables que Humboldt frecuentó al matemático Santiago de Urquizu que trabajaba en la Casa de la Moneda y que Humboldt calificó como el “más sabio y amable” de Lima [Ibid., p. 198].

Humboldt se relacionó con una elite criolla de Lima abierta a las nuevas ideas de fuera. En términos generales sus amistades o mejor dicho sus conocidos se redujeron a este grupo de la población blanca que lo acogió. En este sentido hubo una cierta distancia hacia los otros sectores de la población [ver Minguet, 1969]. Por todo lo dicho, se constata una personalidad infatigable. Pueden nombrarse, agregando unos puntos más, que de ninguna manera agotan las actividades de nuestro personaje, sus análisis sobre la conducta de la gente de Lima (“las damas de la ciudad se pasean en bellos coches”), la arquitectura (el Convento de San Francisco, el Paseo de Aguas, el palacio de Torre Tagle, el castillo Real Felipe del Callao) o bien el tiempo que consagró a arreglar sus herbarios para ser transportados a Europa [ver Vegas Vélez, 1991, pp. 77-82; Botting, 1981, p. 143].

Humanista de actitud amplia y ecléctica, y a su vez pendiente del detalle, nos deja sus impresiones de viaje, no de manera sistemática, sino con un cierto desorden propio del que no quiere dejar pasar ninguna experiencia o sensación, siguiendo el curso de lo que iba viviendo día a día. Hasta aquí las actividades del viajero alemán. A continuación el juicio crítico sobre la ciudad.

Lima vista por Humboldt

La Lima que Humboldt conoció a comienzos del sigloXIX había recibido el influjo de varias corrientes nuevas de pensamiento y había sufrido algunos cambios decisivos fundamentalmente durante los gobiernos de los virreyes Agustín de Jáuregui (1780-1784), Teodoro de Croix (1784-1790), Francisco Gil y Lemos (1790-1796), Ambrosio de O’Higgins (1790-1801) y finalmente Gabriel de Avilés (1801-1806). En 1784 bajo el virrey de Croix, las reformas borbónicas se manifestaban en el Perú, por ejemplo en la división del territorio en siete intendencias. Se sufrían aún los efectos del levantamiento de Túpac Amaru (1780-1781) y de la creación del virreinato del Río de la Plata (1776). En 1792, el virrey Gil y Lemos hacía un censo de la población de Lima que llegaba a 52,627 habitantes. El Perú de entonces alcanzaba 1.076,122 habitantes. Era la época de las expediciones ya antes mencionadas de Malaspina y Nordenpflycht. Momento fundacional del periodismo con El Mercurio Peruano y el Semanario Crítico. El gobierno del virrey O’Higgins se enfrentó a ataques constantes de piratas ingleses, problemas económicos y una mayor fuerza en las ideas de fuera con cariz revolucionario, sobre todo tras los acontecimientos en Francia en 1789 y la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano. Ya bajo el virrey Avilés llegará Humboldt a Lima [Se ha consultado Vargas Ugarte, 1966, pp. 39-176 ; Del Busto, 1994, pp. 209-230].

No deja de asombrarnos que pese a los progresos que había en determinados círculos de Lima, en cuanto a mayor apertura a las nuevas ideas y en cuanto a la creación de instituciones de avanzada (Convictorio de San Carlos, entre otros), Humboldt sea tan implacable en su crítica sobre la sociedad limeña, presentando como raras excepciones a un minúsculo e insuficiente puñado de criollos y penisulares. Acaso podría tratarse de alguna estrategia para enfatizar la urgente necesidad de cambios políticos o de actitud por parte de la sociedad. Citémoslo cuando escribe a don Ignacio Checa: “Un caso muy triste que explica el estilo de gobierno, presenta la reflexión presente. En Lima mismo no he aprendido nada del Perú. Ahí nunca se trata de algún objeto relativo a la felicidad pública del reino. Lima está más separada que Londres y aunque en ninguna parte de la América española se peca por demasiado patriotismo, no conozco otra en la cual este sentimiento sea más apagado. Un egoísmo frío gobierna a todos y lo que no sufre uno mismo, no da cuidado a otro” [Carta que se encuentra en Núñez, 1971, p. 198].

El estudioso alemán señala además la crisis económica de Lima: “Hoy en Lima, nadie llega a treinta mil [pesos de renta] y poquísimos a doce mil. No he visto ni casas muy adornadas ni señoras vestidas con demasiado lujo, y sé que las más familias están arruinadas todas” [Ibid., p. 197].

Juzga adicionalmente que la decadencia de Lima es producto de lo que él llama “la confusión de la economía y el juego”. En lo cultural, critica la falta de actividades de distracción, subraya la suciedad de la ciudad y las carencias de sociabilidad de su gente y es radical al decir que “Lima sería el último lugar de América en el cual quisiera vivir”. Más allá de ciertas verdades indiscutibles, ¿qué inconvenientes pudieron presentársela y condicionar sus opiniones? Acaso tengan algo que ver ciertos problemas de sincronización en su itinerario, dificultad para transportarse a Méjico por no haber barcos disponibles o algún otro imprevisto frustrante. O simplemente se trata del deseo de acentuar su descontento frente a lo que Estuardo Núñez ha llamado “el país oficial” que estaba alejado del “país profundo” que Humboldt valoraba más [Núñez, 1971, p. 19].

Quedan aún varias interrogantes, pero no podemos olvidar de ninguna manera las reflexiones que el sabio alemán hiciera sobre la conciencia nacional de los limeños, la falta de patriotismo, el egoísmo que, según él, los caracterizaba. Todas estas consideraciones, hechas hace casi 195 años, a fines de la época colonial, por el alemán más conocido en América Latina, constituyen aún hoy sino una incitación, una motivación para seguir buscando, en plena era republicana, nuestra identidad, nuestro proyecto nacional, la descentralización en los distintos niveles, las formas más adecuadas de integración entre las regiones y sectores que conforman nuestro país.

Colegio Peruano Alemán - Deutsche Schule Lima Alexander von Humboldt
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